Víctor Hugo
El hombre es la más elevada de
las criaturas.
La mujer es el más sublime de
los ideales.
Dios hizo para el hombre un
trono; para la mujer un altar.
El trono exalta; el altar
santifica.
El hombre es el cerebro.
La mujer el corazón.
El cerebro fabrica la Luz; el
corazón produce el Amor.
La Luz fecunda; el Amor
resucita.
El hombre es fuerte por la
razón.
La mujer es invencible por las
lágrimas.
La razón convence; las lágrimas
conmueven.
El hombre es capaz de todos
los heroísmos.
La mujer de todos los martirios.
El heroísmo ennoblece; el
martirio sublimiza.
El hombre tiene la
supremacía.
La mujer la preferencia.
La supremacía significa la
fuerza; la preferencia representa el
derecho.
El hombre es un genio.
La mujer un ángel.
El genio es inmensurable; el
ángel indefinible.
La aspiración del hombre es la
suprema gloria.
La aspiración de la mujer es la
virtud extrema.
La gloria hace todo lo grande;
la virtud hace todo lo divino.
El hombre es un código.
La mujer un evangelio.
El código corrige; el evangelio
perfecciona.
El hombre piensa.
La mujer sueña.
Pensar es tener en el cráneo una
larva; soñar es tener en la frente una aureola.
El hombre es un océano.
La mujer es un lago.
El océano tiene la perla que
adorna; el lago la poesía que deslumbra.
El hombre es el águila que
vuela.
La mujer es el ruiseñor que
canta.
Volar es dominar el espacio.
Cantar es conquistar el alma.
El hombre es un Templo.
La mujer es el Sagrario.
Ante el Templo nos descubrimos;
ante el Sagrario nos arrodillamos.
En fin: el hombre está
colocado donde termina la tierra.
La mujer donde comienza el
cielo.